En esta segunda publicación de cierre de cursada presentamos un texto inédito que propone algunas reflexiones sobre cuando el diseño opera en el ámbito de la cultura y algunos de los trabajos más destacados que se pudieron ver en la exposición 2014.
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Esto no es un afiche.
(algunas reflexiones e ideas a propósito de la visita de Lech Majewsky a la cátedra y el diseño operando en el ámbito de la cultura).
Desde su formación hace ya nueve años, esta cátedra de diseño ha hecho foco en lo que, siguiendo a Raymond Williams, denominamos la “práctica cultural de la disciplina”, entendiendo por “práctica cultural” la puesta en juego de un ser humano inmerso en un mundo que puede leerse como una trama semiótica/estética.
En este mundo el sujeto genera y critica su producción desde una cultura determinada. De esta forma lo bello, correcto o pertinente ya deja de ser una cualidad del objeto para pasar a ser una relación que ese sujeto entabla con el objeto en un particular contexto social de valoración o interpretación. Desde esta óptica las piezas gráficas de carácter cultural no tienen potencial en sí mismas, el potencial es del sujeto que a través de su vida ha construido modos de percepción del entorno que le permiten producir e interpretar con mayor o menor precisión e intensidad el mundo que lo rodea.
Para aquellos que tuvieron la experiencia de diseñar para el ámbito de la cultura sabrán que en esa zona, y específicamente en el recorrido y reconocimiento de sus bordes, el diseño gráfico hibrida su producción con las artes plásticas. Diseñar en esa zona, en ese espacio, requiere a mi entender de un profundo conocimiento de lo semiótico en cuanto a procesos de significación y de lo estético en cuanto a procesos de apertura hacia lo sensible. En otras palabras, requiere de un profundo conocimiento del universo que construimos simbólicamente que en definitiva es el conocimiento de todo lo que nos constituye como especie. Entendida así, la disciplina se convierte en una práctica en el orden de lo social.
A su vez, este sujeto productor de cultura es un sujeto abierto al mundo y en parte construido por una condición histórica, social y cultural. Se encuentra, a la vez, acompañado por dos poderosos campos; el mental (lo semiótico) y el sensorial (lo estético) y por dos ejes de acción; el eje de la intensidad y el eje de la receptividad que, en sí, no son más que nuestras antenas naturales, las cuales nos permiten asociar la capacidad de reflexión con la sensibilidad abierta a todo lo que esta vivo.
Estas ideas descansan en lo que conocemos como pensamiento crítico, herramienta fundamental para desarticular el sentido común, entendiendo por sentido común aquella mirada o pensamiento que no asume riesgo ni genera cosas nuevas, y que constantemente repone, en su insistencia, el orden inamovible del mundo.
Comprender cual es el modo humano de significar, el mecanismo por el cual se hacen historia y cultura, es en cierta forma definir el mundo, su actuación sobre él y la forma en que se lo transforma.
Marcelo Gabriele